Ayer, día 2 de abril, fue un día especial, el Abuelo, mi abuelo, cumplió como él mismo dijo: “las dos alcayatas” (77 años). La verdad, se me olvidó felicitarlo al levantarme y verlo, pero me quedo con su respuesta después de felicitarlo cuando me lo recordó mi madre: “nunca seré más joven que hoy”.
Hoy, aprovechando que ayer cumplió años le quiero agradecer a mi abuelo, todas las cosas que me ha enseñado sobre el campo y, sobre todo, sobre la vida y su peculiar forma de verla. Mi abuelo ha sido una persona muy importante en mi vida, quizás de las que más tiempo hayan pasado conmigo desde niño, y eso marca. Mi abuelo ha hecho que amara el campo y la agricultura y tuviera esa agudeza visual que te hace ver cosas en el campo que no todas las personas ven.
El Abuelo extrañado al hacerle una foto, con su navaja y comiendo |
Me enseñó aún cuando chico a como coger el “zacho” para quitar los “yerbajos”. Recuerdo como me repetía una y otra vez como era, hasta que yo le cogía el truquillo para con el mínimo esfuerzo desherbar. Recuerdo también aquellas tardes en que íbamos a coger naranjas a los naranjos de mi campo: él me agarraba la escalera y yo me gateaba por ella hasta el árbol e íbamos llenando el saco. Cuando llegaba octubre, nos íbamos, siguiendo el mismo mecanismo de las naranjas, a coger aceitunas. A veces, cuando no había que subirse a la escalera hacíamos una especie de competición para ver quien cogía más aceitunas.
El verano marcaba el comienzo del riego de los naranjos del campo. Lo hacíamos a lo “antiguo”. Nos llevábamos una cuba, una soga y una polea; poníamos la polea en el pozo y a tirar para arriba de la soga. A cada árbol le correspondían creo que 5 cubas, para que fueran unos 100 litros. Lo que más me gustaba era intentar que mi abuelo no tuviera que coger ninguna cuba y para eso iba casi corriendo cargado de las cubas mientras mi abuelo sacaba las cubas llenas de agua del pozo.
Podría seguir contando recuerdos de inmenso valor para mí, pero lo dejaré para otra ocasión. Mi abuelo hoy tiene 77 años y un día. Sigue teniendo una vitalidad envidiable, con su humor, y sus ganas de hacer y vivir. Todavía voy al campo y comparto tiempo con él en el huerto e intercambiamos opiniones sobre como hacer las tareas y cuidados de nuestras hortalizas. Hoy mismo ha estado cavando su huerto mientras yo segaba el césped, y después estuvimos cosechando algunas lechugas. Mi abuelo siempre tendrá esa vitalidad, pues su espíritu es inquieto.
Termino, y simplemente: FELICIDADES abuelo por cumplir 77 años y seguir siendo un muchacho. Y GRACIAS por haberme transmitido tantas y tantas cosas buenas que me han hecho crecer como persona.
El Abuelo y yo |
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